Fuera de las divisiones y de los límites que esas comportan, para poder crear en los multiversos.
Hoy, para muchas personas, la distinción entre “lo que es correcto” y “lo que no lo es” se ha convertido en la distinción entre lo que es “justo” y lo que es “injusto”. Es decir, la diferencia que hace la conciencia entre lo que tiene sentido y lo que no, sin emitir juicios o desarrollar sentimientos de culpa, se ha convertido en emitir juicios, desarrollar sentimientos de culpa e imponer (o imponer) castigos. Esta distorsión deriva del agotamiento de la escala de valores morales y espirituales de nuestra conciencia, es decir, del debilitamiento del amor, del sentido de responsabilidad, de la ética y de la “justicia”, entendida esta ultima como “disposición para remediar situaciones que no están en orden”.
El problema nace con la pérdida del amor por la justicia, por la paz y por la armonia, ya sea entre las personas que entre pueblos diferentes, que enteras generaciones de nuestros antepasados, maternos y paternos, han tenido que sufrir debido a los abusos, a las religiones y a las guerras, y que no les ha permitido desarrollar una conciencia espiritual.
De esta manera nosotros, como directos descendientes, hemos nacido con un vacío de amor creado en epocas pasadas, así que somos la árida expresión de la materialidad, de las emociones, de las sensaciones, de los pensamientos y de las acciones, comportamientos típicos de nuestra mente animal y de la mente genética que nos controla.
¿Y cuánto dolor y lágrimas inútiles hemos experimentado por no poder cambiar aquellas situaciones que vemos continuamente que no nos gustan o nos hacen sufrir? ¡Cuánta ira producida por las injusticias que hemos acumulado, sin transformar esa misma ira en acciones positivas capaces de plantar una semilla de amor y justicia no solo para nosotros, sino para todo el mundo!
Siendo los descendientes de una larga cadena de antepasados que no han podido desarrollar su propia espiritualidad, si nosotros no emprendemos un camino basado en el desarrollo espiritual o actuamos cambios para mejorar nuestro mundo, desarrollaremos cada vez más el egoísmo de la materialidad, en el que solo cultivaremos nuestro propio huerto, sin importarnos lo que esté pasando unos metros más allá, y de esta manera los ojos de nuestra conciencia se cerrarán cada vez más cayendo en un sueño profundo que no nos permitirá escuchar y vivir en empatía con los demás.
Pensamos solamente a nuestros propios intereses siguiendo un razonamiento de supervivencia egoista, llegando incluso a dar voz al dicho “muerte tuya vida mía” en una lógica de dominación y explotación.
Si observamos atentamente podemos ver que quienes nos controlan, para destruir nuestra chispa divina durante generaciones enteras de antepasados, han trabajado siempre con el objetivo de crear un hábitat cultural y social fundado sobre las divisiones: dioses y semidioses, el rey con sus cortesanos y la población, los ricos y los pobres, las personas consideradas esclavas u ovejas y los pastores con los perros que controlan, los machos y las hembras, los sabios (sacerdotes, científicos, académicos, economistas) y los ignorantes, y así sucesivamente…
¡Las divisiones sirven para hacernos creer que no todos somos divinos!
Las divisiones marcan los límites mentales que nos vienen impuestos en forma de significados de existencia, como sucede cuando nacemos mujeres u hombres y ya tenemos una serie de límites y de divisiones marcadas por el físico, por las costumbres, en la vida social, en la religión y luego en la educación, en la pobreza y en la riqueza, que determinan incluso si se pueden poseer bienes y ventajas económicas, o si no se puede.
Los límites también determinan la incapacidad de aceptar y de comprender a los demás, y no nos permiten entender lo que otras personas viven en la realidad de sus vidas, sus pensamiento y el contexto, debido a que nuestro cerebro no está capacitado para ser empático ni para ponerse en el punto de vista de otra persona que esté “más allá” de la división, y que, por lo tanto, pertenece a “otro grupo”.
Un ejemplo de esto es la falta de reconocimiento de los derechos humanos y las luchas interétnicas e interreligiosas.
También la segunda guerra mundial es un ejemplo que marcó un punto de inflexión al demostrar la bestialidad de la mente animal con la única diferencia que los nazis hicieron un división entre ellos, la raza elegida, y los judíos y todos los demás grupos considerados inferiores y destinados al exterminio o la esclavitud.
Las divisiones derivan de las diferencias que algunos se auto-otorgan porque pertenecen a una descendencia de sangre particular, o por alguna otra razón parecida, y quien las lleva a cabo se comporta como un animal depredador o como el jefe de la manada que elige las presas para exterminarlas sin que nadie haga nada, o poco, para ayudar a las víctimas a escapar.
Sucedió bajo el nazismo, pero también le pasó lo mismo al pueblo tibetano con los chinos, a los camboyanos con Pol Pot, o en los gulags soviéticos bajo Stalin, etc…
La Segunda Guerra Mundial pertenece al pasado, pero las entidades depredadoras que controlaban a Hitler y que han controlado siempre a todos los demás dictadores y a aquellos que perpetuaron las divisiones, no han muerto con ellos, sino que pasan de un cuerpo a otro para continuar su deplorable trabajo de depredación, creando en los últimos años problemas financieros y escenarios de control de la economía y de los recursos, para agudizar las divisiones de una manera diferente: no solo entre ricos y pobres o entre salarios altos y bajos, sino también dentro de la política con la creación de muchos partidos, o de ideas y de proyectos que sirven solamente para poder enmascarar, bajo la apariencia de democracia, una división cada vez más grande e ingobernable.
Después de la caída del Imperio Romano, los italianos fuimos divididos progresivamente en varios estados más pequeños y bajo el control de diferentes gobernantes, y de esta manera perdimos la unión en todos los sentidos, y se favoreció la divisón de los ideales y de las metas que el imperio había garantizado, a pesar de la existencia, ya entonces, de algunas divisiones significativas (por ejemplo, entre esclavos y hombres libres). La decadencia política y la división que Italia ha sufrido progresivamente desde entonces han impreso en nuestro ADN una huella de este fracaso, un fracaso que en los siglos siguientes se ha consolidado hasta llegar al marco político actual, en el cual los partidos politicos presentes hoy perpetúan las antiguas divisiones y sus límites haciéndonos sufrir las consecuencias a todos nosotros.
Dividir una comunidad convirtiendo los grupos existentes en formaciones cada vez más pequeñas, hace que dichos grupos pierdan fuerza, y de esta manera el control viene ejercitado con una mayor facilidad, lo cual no ocurriría si fuéramos un grupo unido y bien definido en nuestros propósitos que, aunque fueran diferentes, nos permitirían igualmente vivir de acuerdo e integrados los unos con los otros. Incluso los programas de los partidos políticos hacen trizas los posibles objetivos de los seres humanos al interno de las diferencias ideológicas y en los límites, que crean divisiones, y llegados a este punto la visión de un futuro construido juntos se derrumba y cada uno piensa a cultivar solamente su propio huerto, porque a nadie le quedan ganas de empeñarse en llevar a cabo proyectos en el sector social, ya que “cambiar algo se ha vuelto tan difícil que no vale la pena intentarlo”.
Nuestra mente genética está formada por las experiencias de nuestros antepasados grabadas en los recuerdos que estos nos transmitieron; Estos recuerdos nos forman y nos hacen vivir continuamente en las divisiones y en los límites heredados, los cuales repetimos sin tan siquiera darnos cuenta.
Volvamos a nuestro concepto de justicia e injusticia empobrecido en su significado espiritual. Pensemos cuán cierto es esto en relación con la mente genética. Supongamos que hoy estemos viviendo un conflicto con una colega porque ella nos ha respondido bruscamente y, como consecuencia, nos hemos sentido mal, no nos hemos sentido aceptados y sentimos una sensación de injusticia. Esto no quiere decir que lo que estamos viviendo hoy sea realmente una injusticia, es decir, es probable que nuestros sentimientos y emociones no sean derivados directamente de este particular momento que estamos experimentando, ya que nuestra mente genética, que funciona libremente gracias a nuestra completa inconsciencia de cómo opera y de cómo nos inlfuye, reconoce en la colega algunas similitudes energéticas, por ejemplo, con nuestro padre, y nos hace vivir el mismo conflicto de injusticia, con las mismas emociones y los mismos pensamientos de no aceptación que a menudo vivíamos con él. Así que, ignorantes de este engaño de la mente, creemos que nos sentimos de esta manera a causa del conflicto con la colega, mientras que la verdad es que estamos repitiendo el conflicto vivido con nuestro padre.
Desafortunadamente, la ausencia de nuestra conciencia espiritual no nos ha permitido darnos cuenta de nada. Para nosotros, el hecho de que la colega no nos acepte se convierte en el problema real, lo cual no nos permite observar la realidad objetivamente. Sin embargo cuando la conciencia está presente, nos da la oportunidad de observar la realidad y de diferenciar entre lo que está pasando hoy y aquello que nos pasó en el pasado, y también nos permite mirar las relaciones entre los antepasados genéticos y nuestra vida actual bajo la influencia de sus memorias y recuerdos.
La paradoja es que dentro de nuestra mente genética y animal hay “divisiones”, como hemos visto antes, pero no hay “diferenciación” entre las realidades experimentadas por nuestros padres y antepasados en su entorno y nuestro trabajo, nuestra pareja, nuestras amistades. La mente funciona con la misma lógica automática de un ordenador, basándose en las similitudes entre las vibraciones y las energías presentes en el interior de sus recuerdos y las vibraciones y energías de las situaciones que vivimos hoy. El pasado vuelve a ser propuesto en el presente en un continuum, hasta el punto incluso de copiar, a través de las hormonas espejo, los individuos que nos rodean sin que nuestro cerebro haga ninguna diferencia entre lo que ha copiado de dichas personas y lo que de verdad pertenece al cuerpo en el que desarrolla su propia actividad.
Así que, no solo repetimos durante la vida el contenido de los recuerdos de nuestros antepasados, sino que también proponemos como marionetas todo lo que copia nuestro cerebro, sin darnos cuenta de que estamos repitiendo pensamientos, emociones, palabras, sensaciones, acciones … creyendo que todo esto, más todas nuestras acciones, son el resultado de nuestro carácter y de nuestra forma de ser y de pensar, cuando en realidad no es así.
Llegados a este punto la pregunta que deberíamos hacernos es: ¿qué es lo que estamos expresando realmente en nuestro modo de vivir la justicia y la injusticia? Y ¿qué consecuencias tiene esto para nuestra humanidad?
La materialidad en la que existimos, con sus divisiones y sus límites, es un compuesto árido lleno de significados sobre la existencia, que han sido creados junto a ese vacío de amor espiritual con el que hemos nacido, y que nos mantiene encadenados a la red mental de toda la mente genética de la especie animal humana de la cual cada uno de nosotros es portador de una parte.
Ya antes del nacimiento, desde nuestra concepción, hemos sido introducidos e un tiempo lineal.
Y en un tiempo lineal y cronológico, solo podemos repetir los contenidos mentales ya experimentados por nuestros antepasados, sin poder expresarnos como conciencias espirituales en las multidimensiones paralelas, las cuales son estratos mentales superiores respecto al estrato en el que se encuentra la mente genética.
Las multidimensiones o multiversos nos permiten expresar nuestra creatividad imaginativa y mágica capaz de crear nuevas realidades de existencia. Este es el motivo por el cual hemos estado atrapados dentro de un tiempo lineal viviendo continuos conflictos emocionales, fracasos e injusticias, con poco amor y con casi nada que vaya bien.
En tiempo lineal o cronológico, el pasado, el presente y el futuro están en la misma línea y, por lo tanto, no se puede cambiar el pasado para crear cambios en el presente o en el futuro cercano “porque ya es pasado y no puedo volver atrás”.
¿Os habéis preguntado alguna vez qué es lo que haría una conciencia espiritual, consciente de su propio poder fuera de las identificaciones del tiempo lineal y que, viviendo en la multidimensión actuase a partir de esta, también en la dimensión material?
¿Creéis que podría cambiar pasado, presente y futuro?
Para controlar una especie como la nuestra es suficiente introducirla dentro de los límites de un tiempo lineal y hacerla razonar usando términos como generaciones, siglos y milenios con los significados insertados en este tiempo lineal. Ha funcionado. Así que hoy ¡no podemos quejarnos si usamos solamente entre el 3-5% del potencial de nuestro cerebro!
Nosotros somos los portadores vivientes de las divisiones y de los límites que se nos han impuesto, y los expresamos continuamente en nuestra vida porque hemos olvidado lo que somos realmente: una chispa divina que, olvidada de sí misma, se comporta como la pila que da energía a todo este atajo de mentiras.
¡Debemos rebelarnos y desarrollar el poder de nuestra conciencia espiritual!
Comportémonos con coraje y tomémos las riendas de nuestra vida, seamos de ejemplo para todos aquellos que verán la esperanza en nosotros porque verán que
¡Nuestras Chispas Divinas aún no están muertas!
Fiorella Rustici
Blogger Grupo Rebis
Traducido por Alberto Allas Bermejo