Llámadme romántica, loca, visionaria, ilusa o soñadora, no me importa, porque en estos días de emergencia siento un sentimiento positivo dentro de mí a pesar de todo. En el fondo de mi corazón conservo la certeza de que lo que estamos experimentando en estos días es un evento que nos marcará tan profundamente que, cuando todo termine, ya no seremos los mismos que eramos antes.
Y esto en sí mismo es ya algo positivo. Porque, seamos sinceros, no es que antes estuviéramos tan bien, no es que hasta ahora el ser humano se haya destacado por sus características espirituales. Estoy hablando de nosotros hoy, hombres y mujeres contemporáneos.
Es verdad que la antigüedad estuvo marcada por el paso de muchos sabios ilustres, basta pensar a la cultura milenaria de la India, a los grandes filósofos y pensadores antiguos, a los hábiles líderes romanos, a los grandes personajes del Renacimiento, a los grandes compositores de música clásica. Si pienso al siglo pasado me vienen a la mente otros personajes muy importantes que han escrito la historia actuando por el bien de la humanidad. Basta nombrar a Gandhi, a Nelson Mandela y a Martin Luther King, que son los más conocidos e ilustres. Pero si empiezo a pensar en cómo la mayoría de nosotros nos hemos reducido a vivir en los últimos 20 años, desafortunadamente veo solo el precipitar de nuestra existencia, veo nuestra caída desde el esplendor de esas grandes mentes iluminadas hacia una oscuridad cada vez más negra, hasta encontrarnos en una escena del infierno de Dante.
Paremos un momento a reflexionar todos juntos:
- ¿Cómo vivíamos hasta hace unas semanas?
- ¿Cómo iban nuestros días? ¿Qué ritmos teníamos?
- ¿Podíamos encontrar el tiempo para dedicarnos a nosotros mismos?
- ¿Estábamos contentos de la vida que llevábamos?
- ¿Qué emociones prevalecían dentro de nosotros? ¿Nos sentíamos felices y serenos o estábamos estresados y nerviosos?
Estas son solo algunas de las preguntas que podemos (y en mi opinión deberíamos) hacernos.
Estoy segura de que alguien responderá que sí, que estaba muy feliz con su vida y que ahora se siente perdido porque siente que no tiene certezas, le falta la tierra bajo los pies. Y es comprensible, porque, salvo algunas excepciones, el ser humano ha sido dirigido de manera que necesitara estabilidad, continuidad, hábitos, zona confort.
Pero si pensamos un momento en ello, y observamos las personas que tenemos cerca, que a veces es más fácil ver algunas cosas observando a los demás, podremos comprender mejor los mecanismos que normalmente se activan dentro de nosotros ¿A cuántas personas escuchábamos quejarse todos los días, y tal vez varias veces al día, por los problemas que tenían con el jefe o con sus colegas de trabajo, o por los problemas que tenían con su pareja, o por los enfretamientos generacionales con sus hijos adolescentes, antes de esta interrupción forzada a la que todos estamos más o menos obligados? Es probable que sean las mismas personas que hoy se quejan, en las redes sociales, porque tienen que estar forzosamente en casa, y que seguramente se han dado cuenta, en estos días de clausura, que pasar el tiempo con los colegas en el trabajo, todo el día y todos los días, era más agradable de lo que habían valorado hasta ahora; o porque no pudiendo salir de casa no pueden ver a sus hijos y a sus nietos que viven lejos, o porque ¿De verdad tengo que pasar “todo el día en casa con mi esposo”? ¿Estás bromeando?
Ahora bien, seamos honestos con nosotros mismos y preguntémonos:
¿De verdad nunca me he quejado? ¿Ni siquiera un poquito? ¿Y de qué? ¿Estaba realmente satisfecho con la vida que llevaba? Y si es así, ¿por qué me quejé de problemas insignificantes o de poca o ninguna importancia? Y si no estaba satisfecho ¿por qué no hice nada para mejorar?
Dicho esto, estoy convencida de que estos días de calma surrealista nos servirán a todos y cada uno de nosotros para hacer un balance de nuestras vidas, de los ideales en los que creemos y de hacia dónde queremos ir. En este sentido, esta situación tiene que servirnos como un punto de rotura entre nuestro pasado y nuestro futuro, porque ha llegado el momento de pararse, de mirarse frente al espejo y de reflexionar honestamente sobre nuestra existencia.
En estos días podemos ver de todo en las redes sociales, pero el sentimiento predominante es la esperanza, y no el miedo como a alguien le gustaría que fuese. Y este es el segundo aspecto positivo de esta crisis. Sí, porque inconscientemente el hecho de tener un fin común, un mínimo común denominador, un estado mental positivo en común, ya es un factor de unión, en un país, Italia (pero en general podríamos extender este razonamiento a todo el Mundo) cuya historia está marcada por guerras, batallas, enfrentamientos, separaciones, abusos. Este sentimiento de esperanza es un brote de renacimiento.
De hecho, si todos (o la mayoría) de nosotros albergamos una leve esperanza, y si todos entendemos que la vida que llevamos no es saludable, significa que, sin saberlo, ya estamos unidos por una fuerza potencial con poder regenerador para nosotros mismos y para todo el planeta.
Efectivamente, siempre refiriéndome a la web, hay muchos mensajes y acciones de solidaridad, muchos flashmobs organizados en todas nuestras ciudades para enviar mensajes positivos, de esperanza y de renacimiento.
Todo esto antes, hasta hace tan solo pocos días, no era para nada obvio. Que toda una nación a las 21.00 apague las luces de casa y se reúna con los teléfonos móviles mirando hacia el cielo para poder ser filmados por el satélite, demostrando de esta manera la propia Luz al mundo entero ¡es un hecho excepcional!
Hasta hace unos días eramos una nación empeñada en librar una guerra entre pobres. Sin embargo ver que somos capaces de organizarnos a través de la red para cantar el Himno Nacional ¡es algo espeluznante!
Ante la inmovilidad de las instituciones, que están demasiado ocupadas en mantener las buenas relaciones con la “Dominadora Europa”, muchos ciudadanos hoy, expontáneamente, están recaudando fondos para donarlos a la Salud Pública de manera que se puedan comprar respiradores, crear salas de Cuidados Intensivos o para invertir la sobrante suma en algo que ayude a hacer frente a la actual emergencia de salud. Hace pocos días no podíamos dar por hecho nada de todo esto ¡ni mucho menos!
Esto significa que dentro de nosotros todavía hay una llama de Amor, que aunque esté un poco atrofiada, me provoca un fuerte sentimiento de positividad. Y no solo está ahí, sino que se está despertando. Y si se despierta y todos los días la alimentamos y la revitalizamos, ahora que nos vemos obligados a estar en casa y tenemos más tiempo para reflexionar, esta pequeña llama se convertirá gradualmente en una grande llama, luego en un fuego y más tarde en una luz muy intensa que dará paso a una brillante explosión que iluminará todo y a todos. Una ola de amor que nos regenerará y nos fortalecerá, o al menos así será con todos aquellos que habrán visto en esta crisis una oportunidad de crecimiento y de evolución.
Porque precisamente se trata de eso:
Esta emergencia es una segunda oportunidad que se nos está brindando.
Tenemos dos opciones por delante:
- La primera es no tomar el camino que se ha abierto delante de nosotros, quedarnos atrapados en el miedo y en la desesperación y caer en la trampa que nos han tendido nuestros enemigos.
- La segunda opción consiste en ponerse las pilas, no solo físicamente sino también y sobre todo a nivel espiritual, y dar un ¡Salto de nivel!, como en los mejores videojuegos, y preparamos para la victoria.
Yo sugiero tomar la segunda opción, porque sé que juntos podemos hacerlo. Porque reconoco en cada uno de vosotros esa pequeña llama que siento también dentro de mí. Porque sé que los grandes del pasado viven con nosotros, con nuestras acciones y emociones. Porque sé que no somos los únicos que queremos que el Bien prevalezca en este planeta. Porque sé que cada uno de nosotros es un guerrero del grande, único y verdadero ejército que debe ser reconocido, el Ejército del Amor.
Llámadme romántica, loca, visionaria, ilusa o soñadora. Soy todo eso, pero también soy Erika, soy Milán, soy Italia, soy el Mundo. Llámadme como queráis:
mi nombre es Amor.
Erika Barani
Blogger Grupo Rebis
Traducido por Alberto Allas Bermejo